24 noviembre, 2004

¿Cómo lo ves?





-Sintiéndolo mucho le digo, don Minuando no se asuste, que esto es broma. En serio, es broma, no es así. ¿Cómo qué cosa? ¡Todo! Siga la línea verde y me dice mañana. Sígala, hágame caso, es un consejo. Siga la línea don Minuando. Aparte, ¿qué hay tan importante? ¿Un negocio? Una vida armada...no, una familia. Y si no para qué. A usted lo que le pasa es que tiene miedo, claro.



-No tengo miedo, pero es que es todo tan...

-...confuso.

-Ajá.

-¿Y? ¿No es confuso hacer las cuentas, no es confuso ir a comprar, tomar el desayuno cada día? O usted se piensa que desayuna su desayuno y listo. Eso sí es confuso; mejor que sea Confucio.



-¿Confucio a que viene ahora?

-Nada, disculpe, un escape...

-Ah.

-Yo le digo por usted, y que conste que no tengo nada que ver en esto, a mi me pidieron que lo hiciera.

-¿Quienes?

-No puedo decirlo...

-Estamos listos entonces.

-Que quiere que le haga.

-Nada, déjeme tranquilo, qué linea verde ni que carajo...no se por qué me pongo a discutir sobre filosofia barata. Línea verde, ja.

-Pero cómo, ¿no la ve?

-No.



-Y entonces para qué me mand... pensé que la veía. ¿Ni una sombrita, ve? ¿No tiene así como ganas de descubrir que hay algo rondando por ahí? ¿Como que está buscando algo, una respuesta, un origen, no está insatisfecho?...¿usted no se busca a si mismo?



-..Mire, no quiero ser grosero, pero no, ni busco un origen ni acá hay sombritas ni nada rondando. Soy nieto de mis abuelos, hijo de mis padres y nací ahí a la vuelta, y haga el favor, no insinúe que soy un pendejo que no sabe quién es y se tiene que andar buscando. Tengo 55 años, una familia, un negocio, pago el auto nuevo desde hace dos y no se por qué carajo le estoy contando esto a usted, que no me conoce y me viene así a hablar de metafisicas y confucios a las 10 de la mañana, después de pasarse un mes comprando caramelitos de menta cada miércoles. Haga el favor, no insista.



-...está bien...me da dos paquetitos por favor... ¿Se fijó que son verdes?

-¿Y?

-Nada, como lo que le decía antes...

-¿Otra vez? Hizo un gesto de disgusto.

-No no...voy a tener que arreglar algunas cosas. Mejor deme tres.

- 4, 50.

-Hasta el miércoles

-Chau.



Mientras ordenaba los paquetes de puré instantáneo en los estantes, el señor Minuando descubrió que había una línea roja abajo de una de las cajas que acababa de traer del almacén. No era muy ancha, sería como una mano, y tan larga que no veía el final. La línea serpenteaba entre la sección de galletitas y la de lácteos, pasando por los congelados hasta salir del negocio por la puerta principal.

Intrigado, don Minuando empezó a seguirla. Caminó y caminó, no notó que oscurecia y se olvidó de que lo esperaban en casa; siguió caminando. Cuando se dio cuenta y quiso volver no pudo porque la línea lo tenía atrapado, no podía dejar de seguirla.



El vagabundo lo vio acercarse lentamente al banco en el que estaba por acostarse. Iba mirando al suelo pensativo. Se sentó a su lado y le contó, tras un "buenas noches" y sin quitar la vista del suelo, la charla que había tenido con el hombre de los caramelitos de menta. Además de su vida. Parecía perdido y triste, el vagabundo lo dejó hablar.



-Un loco, -dijo, puede creer que me quiso convencer de que podía seguir una línea verde...a saber donde andaría yo ahora! Una línea verde, ni más ni menos, qué barbaridad. Fíjese en cambio en esto... ¿no le intriga? No sé qué tiene, pero me atrapa, yo quiero volver a mi casa, ya lo intenté. Es muy curioso, casi terrible, pero esta linea roja no me deja....



-¿Roja?

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