10 julio, 2006

(the eraser)

la voz dulce de thom yorke me recuerda que me morí tantas veces...tantas

Quisiera llevar la cuenta, pero cada vez que muero y me paro a mi misma, me es imposible volver a hacer lo que alguna vez hice. Es increible. Tanto pasado, tanto pesado...no puedo no morirme. He muerto en sueños, morí despierta. Morí en una pieza de un albergue en invierno y caí al piso derrumbada, triste...muerta. Sólo había un libro que no ayudó mucho. Me morí en mi casa, delante de una pantalla, detrás de un teléfono, al otro lado. Morí morí morí y moriré tantas veces que hay gente que ni se lo cree. Sólo pueden creerme los que mueren. Por otra parte, me tiene sin cuidado, como dirian algunos. No morir como negación de vida, sino como parte de ella, o de algo parecido. Quién lo sabe, qué importa. Al final una se acostumbra, a morirse, y casi que la tristeza de esos momentos especiales de desarme nuclear interno se hace habitual en una, forma parte de una como el pelo o los ojos. Llevo en mí la tristeza, y llevo en mi la alegria. Sin una no hay otra.

Me pregunto dónde se habrán metido.

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