24 enero, 2008

Habia una vez una lluvia y un cuerpo ácido que le rendia tributo. El cuerpo era de un viejo flaco y arrugado que vivia en las afueras de la gran ciudad, y sacaba su sillita a la puerta cuando olia el viento que anunciaba agua.

Se sentaba a esperar. En cuanto empezaban a caer las primeras gotas estiraba las piernas, abría los brazos y miraba sonriente la lluvia con su boca llena de huecos.
Así lo veia la gente, despanzurrado y feliz en la puerta de su casa. El perro Aurelio se mantenía firme a su lado.

Nadie recuerda que el viejo murió el dia mas seco del año.
Aurelio sabe que se fue a buscar la lluvia.

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