14 agosto, 2004

Andando



Nos toca caminar. Puede que para eso estemos acá, para caminar y no pararnos. Puede que nuestro deber sea vivir felices, quién sabe. No me paro, aunque me duelan las piernas, aunque haya tenido ampollas más de una vez. No me paro porque sé que si lo hago está todo perdido. Lo último que alguien puede hacer es pararse, perderse el respeto, no ser fiel a sí mismo. Y yo aprendí a serlo, por eso no me paro, porque voy a cargar con cada una de las cosas que llevo, y porque en mi mochila sólo hay lo necesario; vacío. Lo demás, lo importante, lo llevo en los bolsillos. A veces se me unen compañeros de camino y andamos juntos un tramo. Como vienen se van, cada cual hace su via, no valen las despedidas dramáticas, aunque duelan. Seguramente nos volvamos a encontrar. Algunos que van para el mismo lado se quedan de por vida, y alegramos viaje con canciones, o puteamos cuando la tormenta nos dificulta el avance. Tuve la suerte de aprender de todos los que caminaron conmigo, y tengo la suerte de seguir encontrándome con amigos que no conocía. Sigo caminando, sé que va a ser duro, que aunque vayamos juntos el sentimiento de soledad es fuerte de a ratos. Pero me alegro porque las suelas de mis pies son resistentes, van a aguantar lo que venga a partir de ahora. Y estoy contenta, ya puedo andar como a mí me gusta, sin zapatos.

No hay comentarios: