17 agosto, 2004

Cuarenta rosas

Barcelona, 11 de la mañana del 17 de Agosto. En un departamento duerme una persona de vacaciones, que anoche se acostó tarde. Sí, yo, bue, sigamos. Hacen 27 grados, mucha humedad, parece que va a llover, pero parece nomás. De repente, a través de las persianas, llega la voz de un hombre, bastante desagradable, que habla por un megáfono: ¡LES DOY CUARENTA...

(pausa de una micronésima de segundo si es que existe: la entonces durmiente mediodespierta, medio piensa: mierda, la policí­a, nos da 40 segundos para abandonar el edificio con las manos en alto, no se resistan, están rodeados.)



...CUARENTA ROSA' POR TRES EURO', SEÑORA' , CABALLERO', EN DOS PAQUETE' DE VEINTE, SEÑORA', MIRE QUE ROSA'!




Y sigue: ¡ 40 rosas 3 euros, nos vamos a marchar, señora! Con ese tono bien podría estar diciendo: ¡que le he dicho que compre ya de una puta vez, o las vamos a tener!. Pueden llevar dos colore', voy a estar unos minuto' miren, sus vecinas las están llevando muy bien (no compraba ni dios). ¡Último día de oferta, aprovéchelas, caballero!

No, esto nunca había pasado, ni el principio de la oferta ni nada parecido.

Estuvo delante de casa gritando cuarenta rosa' justo el tiempo necesario para que yo me despertara, me cagara en él, en su "fregoneta" y en sus rosas que me sacaron de mis sueños así de golpe. ¡Qué falta de respecto y qué atropello! Y después de intercambiar caras de sueño y desconcierto con mi hermana que también se había asomado por la ventana y también se reía, seguí hibernando en verano. Como dice el dicho: "espera lo inesperado".

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