06 septiembre, 2004

¡Pero qué causalidad!

Pa' que no se quejen, aviso: este es largo. Me pasó hará cosa de un mes, y es una de esas "casualidades" que te dejan pensando si será casualidad. Por las dudas, sigo sin saber qué hacer. Me remito a los hechos fácticos que ocurrieron y tuvieron lugar aconteciendo....ejem. basta.



Me desperté cuando ya habían salido en auto hacia el norte, los llamé por teléfono. ¿Dónde están? Saliendo por la autopista hacia la playa. Bue, me visto y voy en tren. Hacía un día hermoso para ir al mar. Transbordo en el centro de por medio, llegué corriendo a meterme en un tren que tenia pinta de ir hacia Mataró.

Encontré asiento en un compartimento de cuatro al lado de un hombre y una mujer. Él hablaba muy animado de lo que parecía ser una obra de teatro o una película apasionante, le contaba a la mujer las mejores escenas. Con ella crucé un par de miradas, el hombre ni se dio cuenta de que estaba yo al lado. Me acomodé, saqué un libro de mi mochila de lona y me puse a leer. Llevábamos unos 15 minutos de viaje cuando escucho:

-¿El don del águila? ¿Estás leyendo El don del águila? - Se asomó por encima de mi libro, con los ojos muy abiertos, me miraba y se reía.

-Sí, ¿por?

-¡Enhorabuena! ¡Te felicito!

-¡Gracias! (cara de haber ganado un Oscar...). Y seguí leyendo.

-¿Y te gusta?

-Sí, es interesante. (Pero déjenme leer, ¡¿no ven que soy asocial yo!?)

-¡Pero qué cosa! Justo estabamos hablando de una película que habla de este libro...sí sí...es una película sobre un chamán... A esta chica hay que hacerle un regalo. Cuál puede ser...

-...terminarme el libro? (sonó bastante seco).

-No, eso por supuesto, otra cosa. Qué puede ser....a ver...¡ya sé! Te recomiendo que vayas a ver Blueberry. Ese es mi regalo. Andá a ver esta película, vas a ver que está muy relacionado. ¿Y leíste más de Castaneda?

-Sí. Le conté.

-¿Y tenés más amigos que lean estas cosas?

-Bueno...

-Ves, esto es el don del águila, son estas cosas, estas "casualidades" que hacen que en un vagón vacío estés sentada al lado nuestro justo cuando hablamos de eso. ¿No te parece?

-...sí...

-¿Y qué opinas de los libros de Castaneda?

-Bueno, siempre me interesó la antropología, y más la americana, pero eso no es lo importante en estos libros, lo bueno es lo otro. Por ahí me lo tomo con calma porque hay muchos...

-¿Muchos alucinógenos?

-No... hay muchos conceptos concentrados...muchas imágenes...




Me sentía un poco intimidada digamos, porque me miraban y me miraban...El hombre siguió:



-Qué bueno que todavía la gente joven lea estas cosas. -miró a la mujer- ¿te acordás cuando lo leímos nosotros? Hace como unos 20 años ya. Eso significa que hay algo que sigue vivo, que estos libros transmiten cosas valiosas...



La charla siguió durante un rato, hasta que él me dijo:

-Si te digo que podés leer todos los libros de Castaneda, te los presto yo, los tengo todos, y te doy mi teléfono, ¿qué dirías?



(Ute con cara de sí bueno jeje, disculpe yo me bajo acá.)

-....ehmm...

-¿Aceptarías mi teléfono?

-Emh...No.

-¿Por? ¿Por los miedos, no? ¿Tenés miedo?

-¿Miedo de estas cosas? (señalando el libro) Naaa... (cuando me hago la boluda resulto bastante creíble...)

-No digo de estas cosas.

-Como todo el mundo, ¿no?

-Bueno, pero te estoy haciendo un regalo, te ofrezco todos los libros, y si me decís que no, es porque tenés miedo.

-No es eso (glups), es que creo que hay algunas cosas que llegan solas. Voy leyendo los libros que me llegan, y siempre me llega el libro adecuado en su momento, y a lo mejor...

La mujer intervino:

-Eso es otra excusa. Ahora te acaban de ofrecer todos los libros de Castaneda, es un hecho, podés aceptarlo o negarlo. Si lo negás, es porque tenés miedo.

-Ajá. Y sí, tienen razón. (ni en pedo lo llamo, pero tenían razón)...Uhhh yo bajaba en Caldes d'Estrac, ¿me pasé?

-No, es después de Mataró, pero este recorrido termina aquí. Vas a tener que cambiar de vía y esperar el siguiente.

-Ahh gracias.

Se me quedaron mirando. Al cabo de un ratito la mujer dijo:

-Si le vas a dar el teléfono hacelo ya porque se termina el viaje.

-¿Te doy mi teléfono?

-...bue.

El hombre anotó su teléfono en un papelito de supermercado. Cuando hayas terminado de leer este, dentro de unos meses o cuando quieras, llama y te presto algun libro, vivo en Mataró.

-Bueno, gracias (ni en pedo, ni en pedo...) Y nos bajamos.

Intercambiamos nombres, no lo habíamos hecho hasta el momento. El hombre me preguntó la edad. Sonrieron. Parecés más chiquita, dijo la mujer.

-Si, lo tengo asumido...- contesté sin dejar de sonreir también.

-Eso es normal en los chamanes...dijo el hombre.

-Ahh no, yo nada que ver...

Se reía de nuevo. Me desearon suerte mientras se alejaban y me quedé ahí, descolocada, con un teléfono en un papelito, el libro por la mitad y la recomendación de ver una película que todavía no vi.




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