02 septiembre, 2004

Cuento para ir a dormir

(Yo no se por qué mi primita, con lo cansada que estaba se quiso quedar viendo los dibujos animados, en vez de acostarse antes de que llegaran sus padres. En fin.)



¿Cuál prefiere, negra o blanca? ¿No tiene otras? No, lo siento. Salió de la tienda sin bufanda. Se paró en el semáforo, que estaba en rojo. Rojo o verde. Verde; siguió caminando y se metió en un bar. ¿Con o sin leche? Sin. ¿Con o sin azucar? Con. ¿Sí o no?

Y harta de tanta división se sentó en el medio del paseo y miró al cielo. Ahí arriba. Y ella acá abajo. De día, no de noche. Sola, no acompañada; ella, no él. Norte y Sur.Y se empezó a reir de todo. De los seres humanos, tan primarios como para dividir el mundo en dos, y encima creerse inteligentes. Y creer en un Dios que los castiga, en un demonio. O en muchos dioses si son buenos o malos. Oriente u occidente, vos yo, bien mal, izquierda derecha, guerra y paz. En dos dimensiones. Ying yang. Todo lo blanco tiene un poco de negro, y viceversa. A favor o en contra. No. O sí. Dulce o salado, vivo, muerto, pro o anti, con la cantidad de muertos en vida que hay. Y mientras se reía lloraba y no estaba pero estaba arriba y abajo, era ella y él, era buena, mala, viva y muerta. Era y no era en un momento. Cuando empezó a refrescar se levantó y volvió al mundo dual, donde tenía que juzgar y ser juzgada, vivir según las reglas o romperlas, etiquetar, seguir o no seguir una rutina. Y lo mandó todo a la mierda, y empezó a vivir por primera vez.


Y ahora a dormir, los monstruos del armario no existen, ni las brujas malas, somos todas buenas, papá noel tampoco porque lo compraron hace tiempo, soñá con los angelitos y las angelitas, no seas sexista nena. Y cualquier cosa gritá fuerte, que no te hagan callar. Buenas noches.

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