21 abril, 2005

Mientras espera la hornalla

negativo de la foto de un jueves a la noche

Una sabe que las cosas son como son. Una sabe que la olla está esperando que prenda el fuego para preparar la comida. No tengo hambre.
Una sabe, y bien, que no se puede creer en casi nada, a no ser que te pase y entonces, de yapa, crees en la sorpresa. Y no; es uno de esos dias que te duele el pulgar, te duele la boca y tenés tanto, tanto cansancio encima que cuesta teclear. ¿Y entonces? Tecleo porque me gusta. Aunque me duela el pulgar. Que sólo sirve para darle a la barra espaciadora, dentro de este teclado.

Una noche que promete un dia
que no promete más que lo mismo que siempre, y así gira el ciclo. El mismo cansancio, el mismo sueño, las mismas ganas de nada, de seguir soñando solo, y no ser consciente de que sos un cuerpo metido en una cama metida en una pieza de una casa de una ciudad en un rincón de la peninsula ibérica, en un rincon de europa, del mundo y de lo que sea que hay y no llegamos. Teniendo pesadillas, o no, un cuerpo dormido, un alma dormida. Es cómodo. ¿Y vos que haces? Dormir. Y ahi está. Que bueno. Dormis, te vas gastando la vida de a poquito. Comés poco, hacés poco, pensás mucho, todo se ralentiza.
La hornalla sigue esperando. La tele a todo volumen del otro lado me molesta. Como no me iba a molestar.
Una sabe que el texto no da más.
Voy a preparar los fideos.

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