14 agosto, 2006

A veces los niños-hombre se complican tanto la vida...
Casi todos ellos. Casi.

No saben que una estrella es una estrella, y un jardín son un montón de estrellas.
No entienden que los osos polares también se van a la cama cada noche.
“no tienen camas”- dicen los niños-hombre.
Y se duermen y se acurrucan despacito en sus camas con 4 patas, igual que los osos, sólo que ellos lo hacen todo siempre en el mismo orden: se acurrucan, luego se duermen.

Se hacen los que no saben. Una vez supieron...pero eso no importa aquí.

Para los hombres-niño (no nos vamos a poner a ordenar palabras) un mantel es siempre un mantel, y no otra cosa. Es impensable que un mantel sea una capa, una manta o una alfombra. Y toman el te con leche siempre a las 5 y media. Y escuchan la música que queda bien. Los hombres niño nunca se disfrazan: crecen disfrazados, viajan disfrazados, comen, se duchan y hasta hacen el amor disfrazados.

Hay que cuidarse de los hombres-niño: si ven un ser humano que corre por la vida con pocos años y sin disfraz, lo atrapan, lo persiguen (no siempre en ese orden) y luego hacen que tambien se disfrace.

Cómo reconocer a un niño hombre, me dirás, entonces? Es fácil, muy fácil: no les brillan los ojos cuando estan, cuando hablan, cuando miran un cuento, cuando rien. Sus manos pasan rápidas las páginas, no leen los cuentos-para-niños y sobre todo, no les gusta disfrazarse.

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