27 julio, 2004

Revelado

Un día de estos me revelo. Me paso del negativo al positivo, y ahí sí, abróchense los cinturones que vamos a despegar. Un día de estos agarro y me voy por ahí con mi mejor sonrisa, le pianto un beso al primer triste que se me cruce por delante y le regalo una canción suelta. O dos. Después voy a ponerme mi mejor vestido (que tendré que conseguir en algún sitio), y me sentaré a releer algunas cartas para llorar lo último que me quede. Cuando termine, voy a salir a la calle procurando no mojarme los pies con el charco, sin una lágrima más.

Tengo pensado ir a buscar a todos mis amigos, por donde anden, encontrarlos, llevármelos conmigo, meternos en el metro y organizar una revolución: vamos a jugar con los cansados, los aburridos, los tristes, a pintar colores con las manos en las paredes. Si no quieren, jugaremos entre nosotros. Vamos a bailar en los transbordos, a intercambiarnos los zapatos y a cortarnos el pelo como venga.

Después vamos a ir afuera, a tocar el tambor a la hora de la siesta. Vamos a gritar por la calle lo que se nos ocurra, por ejemplo, que la vida es sueño, que todo es mentira salvo la ilusión.
A los que lo odian todo, les vamos a dar un abrazo por sorpresa que los deje desconcertados, y van a terminar pidiendo otro.
Y cuando llegue el día siguiente, nos va a encontrar durmiendo en la calle, a tres metros del suelo, porque en el mundo de después no va a existir ni la fuerza de gravedad. Por lo menos para mí.

Nota desde ahora, actualizada: pasé mis últimos días de tristeza en esta etapa. Ya me compré el vestido (es violeta). Señoras y señores: se viene el revelado.

No, en la heladera no queda ni realismo ni nada, y no tengo ganas de salir a comprar. Ya se me pasará la locura; igual, no me importa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me quejo:
a)merda de sistema de comentarios.
b) si sigo así voy a seguir hablando conmigo misma (más).