31 julio, 2004

Un día cualquiera

Te levantás una mañana, te sentás en la cama, ves el amanecer (qué hermoso).

Qué hermoso. ¡PLAF! Y de golpe, una bofetada tremenda, salida de quién sabe dónde. Te empieza a doler el dolor ajeno, un poco más arriba te duele la esperanza, y donde no sabías que existía te duele el egoísmo.


Un cosquilleo inquietante te va subiendo por la espalda y te mareas de la tristeza. Ahí no hay amor. Ves que lo que vemos, lo poquísimo que vemos, es un ensayo de lo que podría haber sido, lo que no quisimos aceptar. "Protección feliz durante 30 días gratis". Se te terminaron los 30 dí­as, a joderse. Las dosis de felicidad que venden no están a tu alcance. Te enfermás de mundo, se te cae encima y te deja en cama mientras te aplasta. Los que tienen suerte se hunden tanto en la cama por tan tremendo peso que acaban haciendo un agujero y se escapan por abajo, en silencio. Y en silencio también, se ponen atrás del mundo, y le tapan los ojos jugando. Ahí, donde empieza el juego silencioso, está la medicina.

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