03 agosto, 2004

Wilbur

Wilbur se quiere suicidar. Eso pone en la entrada de cine que me acabo de encontrar en la calle, hoy que hacen 34º a las 2 y pico de la mañana, y apenas corre viento cuando sacamos a pasear al perro.



Verdi. C/Verdi 32, 20:20, Sala 4. Wilbur se quiere suicidar. 5,60 euros. IVA inclos. Laborable normal. 15 jun.04, dice el ticket. No conozco la película, pero Wilbur se quiere suicidar, y es triste.



Vive en una ciudad como todas, llena de gente que va y viene, que vive. En una ciudad grande y contaminada, con algunos parques donde se puede respirar un poquito, y veredas llenas de hojas que se mezclan con la suciedad humana. Su ciudad se vacía en Agosto. Wilbur lo sabe, eso le entristece más todavía. Se llena de algunos turistas y noches sin sueño que él pasa leyendo, aunque mañana tenga que trabajar. Total está solo. Trabaja en verano y estudia música en el conservatorio. Su gato, compañero inseparable de horas en vela, lo mira con esos hermosos ojos verdes, casi fosforentes, mientras practica con el contrabajo.

Wilbur se siente triste por demasiadas cosas. Me estoy haciendo grande, piensa, y sigo igual que hace unos años. Nada ha cambiado. ¿Para qué estoy acá? En esta sociedad gris, en todo este dolor, ¿qué hago? No le interesa a nadie lo que hago. No tengo nada que hacer acá.. Nada.




Llora mientras toca el blues más triste que existe en el mundo. Un solo de contrabajo, compuesto por él. Aunque no sea en realidad un blues, es azul. Su gato lo mira extrañado. Sabe que no está bien, conoce esa melodía.

Él le habla: no te preocupes, vos me necesitás,no te voy a dejar solo, sos mi amigo.

Pero Wilbur se quiere suicidar.

Los ojos verdosos parpadean un segundo y luego lo miran fijo. Wilbur se seca las lágrimas y ve que ya no queda más tierra para el gato. Vamos, dice,
te voy a sacar a pasear. Sos un gato, tenés que salir a la calle.

Salen y caminan durante largo rato. Se nubla el cielo, gruesas gotas tibias empiezan a caer sobre ellos. Y Wilbur sabe que la tierra llora con él, por todo lo que hizo que su alma se llene de negro. El gato maúlla. Es hora de volver a casa.




Cuando llega, deja las llaves en la mesa, se sienta en el suelo contra la pared y piensa; no puede ser. Una y otra vez.Sin lágrimas ya, pierde el aliento, se deja caer en el vacío extraño de un cuerpo que se duerme, consciente de su sueño.

Está agotado de trabajar, agotado de esperar una respuesta, de esperar a alguien. Agotado de esperar su vida. Sólo quiere dormir para olvidarse de él y del mundo.




Nota el frío del suelo. Algo tibio y pequeño descansa sobre su barriga, respira con él. Abre los ojos y ve al gato, acurrucado, durmiendo. Vos somos todos, estamos acá. La voz del sueño sigue sonando en su cabeza. Empieza a amanecer, y afuera sopla un viento suave con olor a café.



Aún tirado en el suelo saca de su bolsillo una tira de tres billetes de autobús, la desenrolla. En el reverso hay escrito algo que antes no había visto: "Y si crees que eres como cualquier ser, como cualquier cosa, eres todos los seres, eres todas las cosas. Eres el universo". Antonio Porchia.




Recuerda el supermercado ayer a la tarde. No estaba el precio de la tierra para gatos, tuvo que preguntarle a la cajera cuánto costaba y justo antes de pagar se dio cuenta de que se había olvidado el dinero. Mierda. Se llevó las manos a los bolsillos, buscando inútilmente. La cajera lo miró; luego, sin decir nada, le dio un rollito de papel. Tres billetes individuales de bus en una tira. Él tampoco habló, los clientes apuraban. Ella sonrió y siguió atendiendo como si nada. Él se guardó el papelito en el bolsillo y salió distraído como habí­a entrado, ebrio de tristezas.



Desde mi ventana veo como el gato escucha atento las notas del contrabajo. Ahora sé que Wilbur no se quiere suicidar; sabe que él es el universo, como cualquier ser, o cualquier cosa. Me pregunto si deberí­a decirle que ayer saqué el precio a propósito cuando lo vi entrar.

No hay comentarios: