20 octubre, 2004

Hubo una vez un hombre que decidió que sí. Y así, sin más, de la noche a la mañana, se volvió optimista. Se levantó y se sintió algo raro. Sonrió. ¿Cuántos meses llevaba sin sonreir? Entonces fue a trabajar con esa gran sonrisa, los ojos brillantes y sin corbata, porque le apretaba la garganta.



-Niemetzki, ¿qué hace sin corbata? Las normas de la empresa...

-Sí.

-¿Sí? Bueno, entonces póngase la corbata, nos va a dar mala imagen, sabe que hoy hay una reunión importante y...

-Sí -dijo Niemetzki, mientras miraba por la ventana y pensaba que, en efecto, hacía un día hermoso.



Claro que no recordaba haber tenido esta conversación con el gerente. Cuando llegó a la sala de juntas sin corbata, nadie se lo tuvo en cuenta. Estaban demasiado entretenidos en escandalizarse porque no llevaba zapatos. Mientras, él, sonreía alegre. Vio muecas de desaprobación, voces incómodas. "¿Cómo se le ocurre?"



-No es para tanto -dijo: podría haber sido mejor.

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